Bienamada by Empar Moliner

Bienamada by Empar Moliner

autor:Empar Moliner
La lengua: spa
Format: epub
editor: Editorial Planeta
publicado: 2022-02-14T09:47:11+00:00


Mientras comíamos, Cristina, indignada, nos ha explicado que Von Karajan no quería mujeres en la orquesta. ¿Y yo?

Conocí a mi primer marido cuando salí legalmente de la prote. Como mi padre, me desentendí de mi hermano, de mi tío, de la abuela con derrame. Fingía que no existían. Empecé a buscarme la vida como si fuera huérfana. Como mis otros compañeros, todos soltados a los dieciocho, íbamos a Francia a la vendimia, y en la farmacia comprábamos unas pastillas con recetas falsas para adelgazar que llevaban anfetaminas y las revendíamos, más caras, a los que se querían colocar (al cabo de un tiempo las prohibieron). Nos colábamos en el tren, escondiéndonos en el baño sin cerrar con pestillo, para que el revisor (a quien todo el mundo llamaba «el Pica») pensara que no había nadie. Sobrevivíamos.

Gracias a uno de estos compañeros (el hijo de una criada que se llamaba Visitación, Visi, a quien el señor le había hecho un bombo), me salió un trabajo para ayudar a montar los camerinos de un concierto organizado por Amnistía Internacional en el estadio de Montjuïc, en Barcelona. Había que poner sofás, mesas y plantas en los camerinos de los músicos, y también grapar moquetas. Y yo, claro, pintaba murales en las puertas y pictogramas de brujas y brujos en los sanitarios. El promotor del concierto, una pequeña celebridad en el mundo del management, era él. Tenía dieciséis años más que yo y, como me rescató de la calle, no me convino saber que se acostaba conmigo pero también con todas las cantantes y coristas a las que representaba. Me dio trabajo: decoraría sus bares en Ibiza. Allí nos casamos.

No me enamoré de él, me enamoré de la protección (de mayores) del trabajo, la ropa, el alcohol, los tubos y tubos de pintura, los discos que me proporcionaba y el piso (con una sala de cine, fotografías eróticas en el cabezal de la cama y la biblioteca más grande que jamás había visto). Me convenció para matricularme en la universidad y allí empecé a conseguir los primeros encargos: un cartel para las fiestas de un pueblo, el de una pescadería (con caracoles de mar, bogavantes y una sirena)... Entonces, un dibujante reconocido vino a la facultad diciendo que buscaba un fondista (el que dibuja los fondos de las viñetas) para un cómic. El trabajo, que duraría dos años, fue mío (y él acabaría siendo, al cabo del tiempo, mi segundo marido). Él dibujaba a los protagonistas y yo los «fondos»: él, el malo disparando desde la ventana de un coche; yo, las farolas, los árboles, la luna, los edificios con gatos encima. Con él aprendí todo lo que sé, pero pronto también cosas que él ya no quería saber, porque también era mayor que yo y estaba muy cansado. Dos años dibujando fondos, sin dormir por las noches cuando había que terminar una entrega, feliz porque ganaba dinero dibujando, aunque los fondistas no firman su trabajo. Ser fondista es una forma de ser: la mía.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.